lunes, 8 de septiembre de 2008

Políticas alfa, primeras damas omega*


En un capítulo de la segunda temporada de Mad Men, espléndida serie centrada en el Nueva York de los años sesenta, el imperio de los machos, la rica, sensual e inteligente pareja de un famoso cómico y el atractivo protagonista de la serie, un brillante director creativo de una agencia publicitaria, sufren un accidente de coche, en medio de una escapada adúltera con el alcohol de gasolina. El tipo, un personaje que arrastra una infancia tortuosa, que pareciera vivir la vida de otro, incapaz de empatizar con ser humano alguno, incluida su bella esposa, decide llamar a una compañera de trabajo para pagar la fianza y tapar el suceso para que nadie se entere. Diligente y sumisa, la chica veinteañera -Peggy Olson- les recoge en plena madrugada a decenas de kilómetros de distancia, paga la multa y alberga en su casa a la mujer del cómico –Bobby- un par de días, los suficientes para que desaparezcan los moratones del rostro y evitar que nadie haga preguntas.

Durante las 24 horas de convivencia entre ambas, la millonaria Bobby, que disfruta de la humildad y el olor a hogar del pequeño apartamento de la muchacha, trata de acercarse a su anfitriona, de intimar un poco, de agradecer sinceramente el gesto de que la acoja y, de paso, saciar su curiosidad de por qué está haciendo algo tan desinteresado. A pesar de la diferencia de estatus social, le habla desde el corazón, buscando una mano cálida para pasar el susto del accidente y, por qué no, creyendo por asegurada la complicidad femenina, que debería darse por hecho para sobrevivir en esta jungla de testosterona, machista y conservadora, que era la América –o el mundo, mejor dicho- de lo sesenta. Desde la experiencia de muchos años jugando y venciendo al juego de los hombres –aunque con otras armas-, también aprovecha para aconsejar a Peggy que no haga ese tipo de favores a su jefe, que eso no entra en su sueldo.

Sin embargo, la muchacha, que ha sido recién ascendida de secretaria a creativa junior y que está obsesionada por hacer carrera, se muestra distante y seca, con cierta altivez, cortando de raíz cualquier conversación sobre los hombres o sobre el supuesto interés sentimental en su jefe. Como todo un macho de la época, se muestra con aire de superioridad, agresiva, desinteresada en cualquier asunto que pudiera calificarse de "femenino". No está para confidencias íntimas de chicas. Peggy ha aprendido a enterrar y a no mostrar sentimiento alguno por un doloroso hecho de su pasado, a ser una roca por fuera y huir de cualquier gesto de debilidad. Al final, consciente de la actitud impostada de su anfitriona, Bobby le dice mirándole a los ojos: "Nunca conseguirás ese despacho hasta que comiences a tratar a Don [su jefe] como un igual. Y nadie te dirá esto, pero no puedes ser un hombre. Ni siquiera lo intentes. Sé una mujer. Cuando lo haces correctamente, es algo muy poderoso". La frase hace mella en la muchacha, siente que le han radiografiado con sutileza y, por primera vez en el capítulo, le devuelve una sonrisa y una mirada sin dureza a Bobby.

Con casi medio siglo de diferencia, y cambiando la ficción por la realidad, la secuencia de Mad Men me vino a la cabeza el otro día, al escuchar el discurso de Sarah Palin en la convención republicana celebrada en Minnesota. ¿Tiene que seguir jugando la mujer a ser un hombre para poder entrar en los círculos de poder real? Palin fue dialécticamente agresiva, con varios directos a la mandíbula de Obama, representando el papel de galvanizadora ideológica de los republicanos y dejando la antorcha del reformismo y el supuesto bipartidismo a McCain. "¿Sabéis la diferencia entre un pit bull y una hockey mom? La barra de labios", soltó la candidata a vicepresidente en un momento de su perfectamente elaborado speech. No se refugió en el victimismo y su discurso fue cien veces más eléctrico que el de su jefe McCain. A Palin la vieron casi 38 millones de telespectadores en EEUU, prácticamente los mismos que siguieron a Obama, y una cifra que supera las audiencias de la ceremonia de inauguración de los Juegos de Beijing y la de la gran final de American Idol, el programa más popular del país.

Está claro que la figura de la gobernadora de Alaska ha despertado un interés descomunal, fruto de la exhaustiva cobertura mediática de su designación y las múltiples revelaciones en cadena alrededor de su figura política. El pasado martes tratamos de desnudar en este rincón bobolongo las incongruencias intelectuales y la doble moral de la candidata republicana. ¿Hubo exceso de ensañamiento?, ¿cierta misoginia? Para evitar tics reaccionarios, uno se tiene que estar alerta, debe mirarse en el espejo a diario. Así que mi cabeza dio vueltas a esas preguntas al día siguiente. Creo sinceramente que los estacazos a Palin simplemente fueron producto de su ideario ultraconservador e hipocresía rampante; en este ágora ha habido entradas mucho más duras contra Bush, y él es todo un macho... Pero, en fin, a veces uno no es muy bien juez para autoanalizarse, y hay que estar preparado para aceptar y masticar cualquier crítica razonada.


El techo de cristal


Más allá de las aventuras y desventuras de la moralista gobernadora de Alaska, su irrupción sirve de interruptor para divagar acerca del papel que se le reserva a la mujer en la alta política estadounidense. Una reflexión incitada también por la citada Mad Men. En la noche de su derrota en las primarias, Hillary Rodham Clinton –recuperó su apellido de soltera tras el affaire Lewinsky- esbozó un inspirado discurso de concesión, donde habló de los "18 millones de grietas" –el número de votos acumulados en su campaña- que habían hecho temblar el techo de cristal. Curiosamente, Hillary empezó a ganar estados en las primarias cuando abandonó su discurso de ataque sin tregua a Obama –llegó a insinuar que estaba ahí sólo por ser negro-, su latiguillo de súper Comandante en Jefe, de presidenta capaz de "borrar de la tierra a Irán", de "quién está mejor preparado para recibir una llamada a las 3.00 de la madrugada (una pregunta trampa que equivalía a decir: yo soy más macho que Obama, él es un pusilánime y se le comerán los terroristas con patatas).

Sometida a la presión de ser la gran favorita, Hillary trastabilló sin encontrar el camino adecuado en su discurso, y perdió la batalla con Barack Obama durante los meses que pasó disfrazada de dura de la política. Cuando se emocionó en público y amagó con unas lágrimas furtivas, subió varios puntos en las encuestas. Dejó entrever lo jodido que es pelear por hacerse un hueco y tener que demostrar a diario que ser mujer no implica ser débil. Echó en cara a sus contrincantes demócratas en algún debate su sibilino machismo. Pero enseguida retomó posturas y, sobre todo, un tono agresivo respecto a su rival demócrata que enterró sus posibilidades. La metamorfosis de Hillary de audaz voz de los demócratas, portadora de la argumentación como mejor arma y ajena al juego sucio y las balas del club de los hombres de la política estadounidense, a hembra alfa, modelo Condoleezza Rice, fue más que evidente.

Cuando su marido alcanzó la presidencia del país allá por los noventa, Hillary fue masacrada por el partido Republicano y los comentaristas de la derecha rancia mediática, con un poder tremendo en Estados Unidos. ¿Su pecado? Buscar un papel relevante en la administración e intentar pergeñar una ley que garantizase la cobertura sanitaria universal a los ciudadanos: –unos 45 millones de estadounidenses no tienen seguro médico, cinco más de los 40 que había cuando legó Bush al poder-. La acusaron de comunista, de querer socializar(?) la sanidad, y el mensaje caló en la adocenada ciudadanía. Entre los lobbies y los regios miembros republicanos del Congreso engulleron a la Hillary de principios de los noventa, aún idealista y de un profundo perfil socialdemócrata. Además, Hillary fue lapidada en la plaza pública por su supuesta enorme influencia sobre Bill Clinton y por excederse en sus funciones de primera dama: caridad, sonrisa Tom Cruise 24 horas, fotos con los viejecitos y sesiones de laca antes de cada discurso.

Toda esa obscena campaña de manipulación contribuyó a que la ahora senadora por Nueva York registrase índices de desaprobación cercanos al 60%, justo lo contrario que su marido, a quien llegaron a apoyar dos terceras partes de los ciudadanos. Y toda esa presión transmutó a Hillary en una política muy diferente, en una senadora que se apuntó la primera para apoyar la invasión de Irak, las escuchas telefónicas, los métodos de Abu Ghraib y Guantánamo y la identificación monolítica con Israel.


Sarah llega al ataque

Sarah Palin, a pesar del toque sentimental de sus retoños, omnipresentes en todos los escenarios, ha adoptado la misma clase de identidad alfa que la Hillary post 11-S. Pareciera tener que demostrar que es más republicana que ningún republicano –casi nadie aboga por prohibir el aborto tras una violación, ella sí-, más cristiana que cualquier evangelista –"Irak es una misión divina"-, más ansiosa por perforar Alaska que todas las compañías petroleras juntas –"no creo que el cambio climático sea acción del hombre"-. Ya hay suficientes datos en la red que indican que la Sarah Palin debutante en la política, la alcalde de la pequeña ciudad de Wasilla en los noventa, tenía una visión de las cosas mucho más abierta, cuando quería hacer un pueblo "más cosmopolita". Ahora jamás habla de la desventaja social de la mujer, omite cualquier guiño a las minorías y es inmune a las debilidades: no hay quien la gane en horas de trabajo. La agresividad, el individualismo salvaje, el Dios mercado capitalista y el ataque populista al oponente son su abecedario.


Condoleezza, Hilllary o Palin parece que decidieron hace tiempo jugar a ser hombres para triunfar en la feroz política estadounidense. Mientras, al otro lado del río, las primeras damas de Estados Unidos han cogido la piel de las hembras omega. Ha cambiado poco desde la época de Mad Men y los tiempos en que Jacqueline Kennedy enseñaba la casa blanca en prime time televisivo, cual Isabel Presley a sus invitados que se presentan por sorpresa en Navidad.

A principios de los noventa, apaleada por los machos y tras el fracaso de su reforma sanitaria, Hillary optó por meterse en el caparazón y cumplir el papel histórico-florero de la primera dama.
Cuatro años antes, Barbara Bush, la esposa de George padre Bush, fue un mueble de pelo blanco que se limitaba a sonreír y a ir a misa durante el mandato de su marido. Laura Bush, la esposa del actual presidente, ha dividido su tiempo entre inauguraciones y visitas caritativas. El mismo personaje con el guión escrito se le reserva a Cindy McCain, una heredera que nació rica, que ha pasado la mitad del tiempo en el quirófano y la otra decidiendo qué cóctel tomar, que ha reconocido que robaba barbitúricos en la ONG médica donde trabajó en los noventa, pero a la que le han dado una pátina impoluta de maravillosa mujer del héroe de guerra McCain. Que está prohibido improvisar lo muestra el hecho de que Laura y Cindy comparten defensa del derecho del aborto, pero es una postura mantenida casi en un susurro, deslizada en alguna entrevista furtiva, y luego negada en comunicados oficiales de la Casa Blanca.


A esta corriente de hembras omega con miedo a levantar la voz se puede estar uniendo Michelle Obama, señora de Barack Obama. Una mujer inteligente, profesional exitosa en un hospital de Chicago, brillante como su marido en la oratoria y con opiniones propias que, al menos hasta hace unas semanas, no tenía miedo de hacerlas públicas. Pero un buen día se le ocurrió decir en un mitin que no se había sentido orgullosa de su país en ocasiones pasadas, y los guardianes de la buena conducta patriótica comenzaron el proceso de demolición. Desde entonces, ha limitado sus discursos políticos, y en la reciente convención demócrata se pasó sus quince minutos declarando su amor incondicional a Estados Unidos. Paralelamente, la atractiva Michelle va añadiendo tela y recato a sus trapitos, incluido el pin de las barras y estrellas, mientras aumenta sus apariciones en revistas y programas televisivos de público mayoritariamente femenino, en los que cultiva su perfil de amantísima ama de casa. Así las cosas, de ganar su marido las elecciones, es más que probable que pase a engrosar el club histórico de primera dama omega.

*Cortesía de Wikipedia: En los seres humanos, el macho alfa se refiere a un hombre poderoso o en una alta posición social, similar a la masculinidad hegemónica. El término macho omega es un antónimo frecuentemente usado en un modo despreciativo o autodespreciativo para referirse a machos en el escalafón más bajo de la jerarquía social. Un omega será subordinado tanto del alfa como de beta.

martes, 22 de julio de 2008

Mandela, o cómo creer en el ser humano


"Durante mi vida me he dedicado a la lucha del pueblo africano. He luchado contra la dominación blanca, y he luchado contra la dominación negra. He abrigado el ideal de una sociedad democrática y libre en la cual todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Espero poder vivir para alcanzar este ideal. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy preparado para morir"
Nelson Mandela, en su alegato final durante el juicio de 1962, tras el cual fue condenado a cadena perpétua (en la imagen la prisión de Robben Island) por el régimen apartheid de Suráfrica

En la era de la globalización, el Dios mercado y la eterna guerra contra el terrorismo, el prestigio de la política y los políticos apenas levanta un palmo del suelo. Sobrevuela bajo, ensuciado, dando tumbos y metiendo las pezuñas en charcos embarrados, incapaz de reactivar la apatía general y la falta de compromiso ideológico de las nuevas generaciones. El objetivo número uno de la clase dirigente de medio planeta es ganar las próximas elecciones, mientras se construyen redes clientelares, se fomenta a los aduladores, se trata de tener a los medios de comunicación bajo palio y se obstruye la crítica, muchas veces acusada de anti patriota. Por eso la ciclopea figura de Nelson Mandela, que el 18 de julio cumplía 90 hermosos años, se agiganta aún más estos días. Un estadista de profunda intuición, brillante capacidad intelectual y un generoso corazón del tamaño de Oklahoma, que a este bobolongo siempre ha emocionado. Desde este humilde rincón queremos gritarle hoy: ¡Feliz cumpleaños, lindo Madiba!
"Para ser libre no basta sólo con liberarse de las propias cadenas, sino que hay que vivir de una forma que respete y fomente la libertad de los demás".
A pesar de media vida en la trinchera y tres cuartas partes bajo los barrotes de una cárcel racista, Mandela ha mantenido con pulso firme su ideario honesto. Hay que tener un espíritu limpio y una generosidad trabajada en el tiempo para, como él hizo en 1990, tras 27 años de plomo en la prisión, evitar izar la bandera de la venganza y trabajar para construir un país sin odio. En ese periodo de cuatro años (1990-94), trufado de matanzas indiscriminadas de negros, razzias nocturnas policiales y asesinatos de líderes históricos como Chris Hani, máximo jefe del movimiento anti apartheid mientras Mandela cumplía condena, sólo la vigorosa constancia de Madiba en el camino de la transición pacífica evitó el estallido de una guerra civil de dimensiones aterradoras y el degüello de media población blanca.

"Si quieres hacer las paces con tu enemigo, deberás trabajar con él. Y entonces se convertirá en tu socio."
¿Cómo hace uno para enterrar el odio?, ¿para no masticar la venganza en 27 años de aislamiento carcelario en Robben Island y Pollsmoor Prison, con sólo una visita y una carta permitida cada seis meses? ¿Cómo mirar a los ojos a la gente que no te permitió asistir al funeral de tu hijo primogénito, muerto en accidente de coche con sólo 25 años? ¿Cómo se sienta a negociar una persona con el régimen de P. W. Botha y luego Frederik De Klerk, que, en 1969, urdió una trama para hacerle escapar de la cárcel y así poder matarle mientras huía? (gracias al servicio secreto británico se desbarató el apestoso montaje). ¿Cómo se puede consensuar el futuro de una nación con un atajo de asesinos que durante décadas mantuvo bajo el yugo, la segregación racial y la humillación pública a la mayoría aplastante negra del país, más de un 80 por ciento? Quizá sea la extraordinaria influencia de la figura de Mahatma Gandhi en el pensamiento de Mandela, quizá los miles de libros que devoró en su fría celda, lo cierto es que Madiba logró liderar el paso del régimen afrikaner a la democracia con la suavidad de su sonrisa bonachona y la firmeza de sus convicciones inquebrantables.

"No hay nada como volver a un lugar que parece no haber cambiado para descubrir en qué
cosas has cambiado tú mismo".
Tras enarbolar la bandera de la reconciliación y hacer de la pedagogia la mejor arma para
convencer a los sectores menos dispuestos al consenso en su propio partido, Mandela logró en 1994 la victoria de la Humanidad en las primeras elecciones libres celebradas en Suráfrica. El líder del Congreso Nacional Africano (ANC) sumó el 62 por ciento de los votos, después de una campaña en ocasiones en el alambre, donde a menudo calmaba a voces los estallidos de furia contra los blancos que se daban en sus enormes mítines en los estadios. Educó, convenció y triunfó. Y a diferencia de los numerosos sátrapas del continente, cinco años después, renunció a un segundo mandato como presidente cuando todo el país y la comunidad internacional le aclamaban para que siguiese, y cedió el poder a Thabo Mbeki. "Le hice caso a Nelson Mandela muchas veces. Si le hubiese hecho caso siempre, me hubiera ido mejor", decía con elocuencia Bill Clinton hace unos días.

La política del encuentro

En su mandato presidencial, Mandela pulió las aristas en forma de cuchillo que amenazaban con descarrillar el proceso de desmantelamiento total del apartheid, vaciando de argumentos a los extremistas blancos y a los radicales zulús. La herramienta para sanar las heridas profundas de la sociedad fue el establecimiento de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, presidida por otra alma hermosa, el arzobispo Desmond Tutu. Por la corte de Cape Town pasaron víctimas y verdugos, todo ciudadano que había sufrido la violencia del apartheid o que la había ejercido tenía derecho a declarar en el tribunal. A cambio de las confesiones y el perdón, muchos asesinos consiguieron la amnistía, pero para el pueblo surafricano fue fundamental exponer la sangre derramada durante tantas décadas, poner un punto y aparte y forjar entre todos un compromiso de que aquello no se podía volver a repetir.
Frente al olvido de los crímenes de muchas dictaduras -España es un caso sangrante- por la supuesta necesidad de pasar página y no desenterrar los muertos, Suráfrica optó por la brutalidad de la verdad, y la estrategia funcionó y sanó en gran parte al pueblo. Quizá nada como la final del Mundial de rugby de 1995 para ejemplificar la inteligencia de Mandela para mostrar a los suyos que blancos y negros podían convivir en paz. Hasta ese día, la selección nacional de rugby surafricana era odiada en la comunidad negra. Era un deporte de blancos, para blancos, símbolo de la opresión de los blancos. En aquel partido donde sólo había un jugador negro en el bando local, Suráfrica venció de forma épica a los súper favoritos neozelandeses, y Madiba, enfundado en una camiseta del equipo (los Springboks), entregó la copa de campeón al capitán Francois Pienaar, un Afrikaner (así se llama a los blancos descendientes de los colonos del oeste de Europa que empezaron a llegar en el siglo XVII).

"Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas otras montañas por escalar".
Junto al laberinto político y racial, Mandela tuvo que hacer frente en sus años de presidencia a otro dilema moral de impacto tremendo, que volvió a resolver con la sabiduría y la ética de un
gran hombre. Winnie Madikizela-Mandela, su mujer desde 1958 y otra de las voces más respetadas de la resistencia negra, se había dedicado en los ochenta a una campaña salvaje de asesinatos y atentados contra el Gobierno blanco, apadrinando la ejecución sumaria de sospechosos con métodos neonazis como el prender fuego a una persona inmovilizada por una rueda de neumático. Al mismo tiempo, Winnie se había enriquecido de forma más que sospechosa (en 2004 fue condenada a tres años de prisión por fraude). La ley del talión indiscriminada de su mujer era incompatible con la ética de Mandela, quien se separó de Winni en 1992 y cuatro años después se divorció. En 1998, Madiba se volvió a casar con un símbolo, esta vez Graça Machel, la viuda del antiguo presidente y héroe de Mozambique, Samora Machel, fallecido en un accidente de helicóptero en 1976, dicen que con la inestimable ayuda del Gobierno estadounidense.

Resistencia legítima
Que la vida es de color blanco y negro, y que,
siguiendo la doctrina Bushaznariana, los terroristas son todos iguales en el mundo, es una falacia que desmonta, mejor que cualquier otro ejemplo, la trayectoria honesta y en línea recta de Nelson Mandela. Abogado en los cincuenta junto a su amigo Oliver Tambo de una firma que apoyaba legalmente a negros sin recursos económicos, Madiba sufrió el acoso del Gobierno apartheid, los arrestos y el asesinato de amigos cercanos. Dado que el diálogo en aquella época con la furibunda clase xenófoba dirigente era imposible y la violencia del estado iba en aumento, no tuvo otra opción que resistir y luchar por su pueblo. "Era el último recurso para nosotros", ha dicho más de una vez Mandela de su salto al monte.
Así co-fundó y se convirtió en el líder del brazo armado del ANC, el Umkhonto we Sizwe - MK (La lanza de la Nación). Durante 17 meses y hasta su detención en 1962, coordinó campañas de sabotaje y bombas en lugares símbolo del régimen opresor, y planificó planes de guerrilla para acabar con el apartheid. Pero sus ataques siempre se realizaron evitando atentados con víctimas mortales. Era la premisa principal. Y, cuando se estableció la Comisión de la Verdad y la Reconciliciaón en los noventa, fue el primero en admitir que el ANC, en su combate del apartheid, también violó los derechos humanos, contra el pensamiento mayoritario de su partido, que aducía que todo fue en legítima defensa y era una sacrilegio pedir también perdón.
"La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo".
Ya lo decía la cabecera del programa literario after-hours de Sánchez Dragó, "todo está en los libros". Para que Suráfrica se ponga definitivamente de pie, Mandela ha comprendido que el mayor enemigo del país es el SIDA –de hecho uno de sus hijos murió por el virus en 2005-. En este sentido, en 2003 apadrinó la creación de la fundación 46664, que hace referencia al número de preso que tenía en Robben Island, para recaudar dinero a través de conciertos e iniciativas. Frente a la sinrazón y mentalidad cuaternaria de su sucesor, Thabo Mbeki, que ha puesto en duda varias veces la existencia misma del SIDA y cuya inacción política clama al cielo, Mandela es un embajador infatigable de la lucha contra el virus, una voz vital en África, el continente que sufre la mayor pandemia de la enfermedad, y cuyos dirigentes normalmente miran hacia otro lado. Incluso Mandela ha admitido que seguramente falló a Suráfrica al no hacer lo suficiente contra el SIDA cuando estaba en el poder.

La conciencia del mundoEn los últimos años, pese al cáncer de próstata que padece y sus cada vez mas reducidas apariciones públicas, Mandela, cuya fundación para los niños huérfanos es la más importante del
mundo, fue la conciencia de África en la guerra de Irak, arremetiendo contra la ilegalidad de la invasión, calificando de racista la operación bélica de Bush y recordando el largo historial de abuso de derechos humanos de EEUU. De hecho, hasta julio de 2008, Mandela y otros miembros de la cúpula del ANC tenían prohibida su entrada en Estados Unidos –excepto en el edificio de las Naciones Unidas-, ya que estaban catalogados como terroristas por el Departamento de Estado, que tenía que otorgarles permisos especiales para saltarse esa normativa. Estados Unidos, por cierto, que ha tenido un especial ensañamiento con Mandela a lo largo de su historia, hasta que Bill Clinton llegó al poder en 1988. La CIA fue quien facilitó a la policía afrikaner el paradero de Mandela en 1962 y, en 1986, en un gesto que define la catadura moral del personaje, Dick Cheney, por entonces miembro de la Casa de Representantes del Congreso, votó en contra de una resolución que pedía la liberación de Madiba.

El estadista de la mirada serana, premio Nobel de la Paz en 1993, tampoco ha dudado en señalar una y otra vez las tropelías de Robert Mugabe en Zimbabwe, frente al mutis por el foro de la panoplia de autócratas que por desgracia gobierna en mayoría el continente. Mandela ha acusado a Mugabe de perpetuarse en el poder y le ha pedido que lo abandone con un mínimo de dignidad antes de que acabe sus días como Augusto Pinochet. Más recientemente, en junio de 2008, ha responsabilizado de la caótica situación en Zimbabwe a un "trágico falllo de liderazgo". Y, junto a personalidades del bagaje solidario de Graça Machel, Desmond Tutu, Kofi Annan, Ela Bhatt, Gro Harlem Brundtland, Jimmy Carter, Li Zhaoxing, Mary Robinson y Muhammad Yunus, es el padre espiritual del colectivo The Elders (Los ancianos), que aporta la visión de la razón, la esperanza y la generosidad en los conflictos políticos allá donde se les reclame.
Feliz cumpleaños, señor Mandela. En tiempos de la ley del cinismo, usted es un árbol de humanidad que hace creer en que otro mundo es posible.


lunes, 7 de julio de 2008

No sin mi arma


"Siendo necesaria una milicia bien ordenada para la seguridad de un Estado libre, no se violará el derecho del pueblo a poseer y portar armas". Segunda Enmienda de la Constitución de EEUU, adoptada en diciembre de 1791

“From my cold, dead hands!” Traducción libre: ¡Me arrancarán [el rifle] de mis frías manos muertas!
Charlton Heston, blandiendo un rifle en el aire, durante el discurso inaugural de la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle (NRA) en 2000.

La electrizante Bowling for Columbine, del francotirador Michael Moore, arrancaba su argumentada denuncia de la cultura de las armas y el miedo imperante en Estados Unidos con un ejemplo atronador. Tras abrir una cuenta en un banco, el inquieto Moore recibía a cambio un rifle del tamaño de los que portaba John Wayne, en sus cabalgadas en pos de los salvajes indios. Unos cuantos años después, se podría decir que el Tribunal Supremo de Estados Unidos acaba de abrir cuenta nómina, ahorro y vivienda en el citado banco. Los prestigiosos magistrados han debido de pensar que es mucho más práctico y eficiente un rifle para controlar a las visitas al hogar inesperadas que un juego de tazas de porcelana para invitarles a compartir un café.

Los sabios de larga toga del tribunal de tribunales emitieron a finales de junio el que quizá sea su veredicto más importante desde que, este mismo año, declarasen ilegal la situación de los presos en Guantánamo. El máximo órgano judicial del país abordó el caso de una ley estatal, –la de la capital de la nación, Washington D. C,– que prohibía la tenencia de armas de fuego. El fallo de la Gran Corte, por una exigua mayoría de 5-4, declaró que la normativa de la ciudad, en vigor desde hace 32 años, violaba la Constitución. El tribunal apoyaba así la idea de que la Segunda Enmienda de la Carta Magna protege el derecho de un individuo a portar armas como defensa propia preventiva, y no es un derecho que esté ligado únicamente a una milicia estatal.

Desde 1976, la ley del Distrito de Columbia –una entidad administrativa independiente de cualquier estado– prohibía la posesión de revólveres y exigía que los rifles y escopetas en manos privadas estuviesen descargados o tuviesen un mecanismo para desactivar el gatillo. Este segundo término también ha sido declarado inconstitucional por la corte máxima. Es la primera vez en 200 años que el Tribunal Supremo se pronuncia decisivamente sobre la interpretación de la Segunda Enmienda, redactada por los “padres constituyentes" en plena Guerra de Independencia contra Gran Bretaña. Hasta ahora, las cortes estatales habían considerado que esta Segunda Enmienda sólo otorgaba ese derecho de tener armas a las milicias, léase la Guardia Nacional, una especie de Guardia Civil gringa, pero sin tricornio. Pero la decisión del Supremo en el caso Heller contra el Distrito de Columbia amplía esta interpretación y ampara el derecho individual de los ciudadanos, basándose en el derecho consuetudinario y el contexto histórico previo y posterior a la redacción de la enmienda, allá por el año 1791.

La mentalidad del 'cowboy'

Pese a la incuestionable necesidad de reglamentar el acceso a las armas de fuego cortas, usadas en casi dos tercios de los robos y agresiones, y en mas de la mitad de los 15.000 asesinatos anuales en Estados Unidos, según estadísticas del FBI, los jueces conservadores del cada vez más conservador Tribunal Supremo hicieron piña para acabar con la normativa. El presidente de la corte, John Roberts, nombrado por nuestro preferido muñeco de pin, pan, pum, George Ineptus Maximus Bush, aseguró que "no veía razonable mantener una prohibición total de la tenencia de armas en manos privadas", la misma opinión de su compañero ideológico Antonin Scalia. La tercera pata del núcleo con olor a pólvora del tribunal, el juez Samuel Alito, considerado del ala dura del tribunal y también propuesto por Bush, añadió que las exigencias sobre el manejo de rifles y escopetas en Washington D.C. hacían "muy difícil que esas armas pudiesen ser utilizadas en defensa propia".

En el banco de los opuestos a levantar las restricciones a la armas, el juez Stephen Breyer citó estadísticas que señalan que entre 80.000 y 100.000 personas en Estados Unidos mueren o resultan lesionadas cada año como consecuencia del uso de armas de fuego. Agregó que, en el caso de la capital de EEUU, la cifra de muertos oscila entre 200 y 300, y el número de heridos ronda entre 1.500 y 2.000. El diario británico The Times también aportaba interesantes datos al respecto, recurriendo a estadísticas de 2005. Durante ese año, en Inglaterra y Gales –ambos países con severísimas leyes de control de armas- sólo hubo 50 muertes relacionadas con crímenes a mano armada, mientras que en el mismo periodo de tiempo en EEUU los fallecidos alcanzaron los 12.352. Sorprendentemente, al bueno del juez Breyer parece apoyarle la opinión pública. Según una reciente encuesta del diario The Washington Post, el 59 por ciento de los estadounidenses defiende la prohibición de armas, y el porcentaje sube al 76 por ciento en el caso de los residentes de Washington D. C.

Como no podía ser de otra forma, la administración Bush se ha apresurado a decir que "comparte profundamente la decisión del Tribunal Supremo". John McCain, el candidato republicano a la Casa Blanca, también ha alabado el veredicto. Nada nuevo bajo el sol en ambos. Lo que si resulta muy decepcionante es la posición del supuesto "hombre del cambio", Barack Obama. En su incansable camino hacia el centro, Obama también ha apoyado la decisión de la corte: "Siempre he creído que la Segunda Enmienda protege el derecho de los ciudadanos a portar armas. Esta decisión refuerza que si actuamos con responsabilidad podemos proteger tanto nuestros derechos constitucionales como mantener seguras a nuestras comunidades y niños“. Populismo de todo a cien del candidato demócrata, acobardado en los últimos meses en sus declaraciones para no enfadar ni antagonizar a los votantes de las ciudades rurales del país, devotos seguidores del evangelismo sectario y los rifles.

Se abre la veda para la NRA

"Este es un gran momento de la historia americana", clamó al cielo tras conocer el veredicto Wayne LaPierre, vicepresidente de la Asociación Nacional del Rifle (NRA). “La decisión reivindica a los americanos a lo largo y ancho del país que siempre han sabido que merece la pena proteger su libertad. Considero este fallo el principio de un proceso gradual para proporcionar respiro a otros americanos sometidos a leyes restrictivas". De lo que habla la poderosísima NRA, el lobby con más influencia del país gracias a sus más de cuatro millones de socios, es de una contrarrevolución en toda regla a través de demandas judiciales, a mayor gloria de los vendedores de armas. Porque gracias al veredicto del Supremo, los trámites burocráticos, cargas impositivas y restricciones a la tenencia de armas, en vigor en la actualidad en muchos estados, van a ser minimizados al extremo.

En un país donde se calcula que unos 70 millones de personas poseen un arsenal combinado de unas 250 millones de armas –récord absoluto en los estados llamados desarrollados–, el impacto de la decisión de la Gran Corte en las diversas leyes estatales será crítico. De hecho, la NRA ya está empezando a mover sus alfiles armados. Prepara una demanda en Nueva York –donde hay que esperar una media de seis meses y realizar un par de visitas a la comisaría policial para adquirir un arma- y ya ha formalizado pleitos en San Francisco -¡contra la ley que prohíbe las pistolas en las casas de protección oficial!-, Chicago y otras ciudades, argumentando que las normativas de estas ciudades perjudican el derecho de la gente a la defensa propia ante el crimen.

La letanía que repiten los adalides de las pistolas es que su tenencia generalizada entre la sociedad ayuda a disminuir los asesinatos por crimen. Los think tanks conservadores dicen que, en los estados con leyes más restrictivas al respecto, el crimen no ha disminuido, sino que ha aumentado. Son similares párrafos a los que utilizan los mismos perros pero con diferentes collares para defender el mantenimiento de la pena de muerte. En ambos casos, las estadísticas se empeñan en demostrar lo contrario.

Recurriendo a Wikipedia, unos 10.000 asesinatos se cometen al año en Estados Unidos con armas de fuego. Y, de acuerdo a la revista mensual American Journal of Public Health, de las 233.251 víctimas de homicidio entre 1988 a 1997, el 68% fue asesinado por armas, la mayoría de ellas pistolas. Más recientemente, en 2002, de las 1.202 mujeres asesinadas por la violencia de género –sí, esta barbarie no es patrimonio de España–, 700 fueron matadas por sus compañeros usando armas. Respecto a otro grupo también cercano al peligro, el de los niños, grupos que promueven la prohibición de las armas afirman que unos 9 críos mueren al día en EEUU a causa de errores de otros al descargar sus armas. La abrumadora fuerza de los datos y las investigaciones ha llevado a la citada asociación Public Health ha concluir que las posibilidades de que alguien se suicide o de que se cometa un homicidio son mayores en los hogares donde las armas de fuego están presentes. Blanco y en botella, leche.

Por último, tomando como ejemplo otros dos países anglosajones que comparten sistema judicial basado en el derecho consuetudinario, la teoría del "cargo un arma ergo el crimen se reduce" también hace aguas por todos los lados. Tanto en Gran Bretaña –prohibición de la tenencia privada desde 1997- como en Australia –con un descenso del 50% en las muertes relacionadas con armas desde que en 1997 se declarase ilegal poseerlas en casa– son buena muestra de ello. Sin coartada pragmática ni mediana defensa intelectual, los sesudos magistrados del Tribunal Supremo deberían comenzar a atacar la proliferación de armas en manos privadas, pero parece que en sus señorías pesa más el amor a la cultura de la pólvora que el sentido común.

martes, 24 de junio de 2008

Obama, ¿todavía crees tú en el cambio?



"
Barack Hussein Obama es su nombre. Su segundo nombre es el apellido del antiguo tirano de Irak, y su apellido rima con Osama. Eso no es sencillo de superar en América".
John Stewart, cómico y presentador de The Daily Show

Hace apenas un par de semanas, después de unas primarias interminables y una lucha incruenta a través de los medios de comunicación, Hillary Clinton por fin reconoció su derrota en la carrera por la presidencia del Imperio intergaláctico. Con su retirada y anuncio de apoyo a su rival demócrata –habrá que ver hasta qué punto se implicará en esta ayuda-, quedaba definido el duelo por el puesto más poderoso del planeta entre John McCain, senador de Arizona, y Barack Obama, senador por Illinois, el político capaz de arrastrar muchedumbres de 75.000 personas cual estrella legendaria de rock. La gran pregunta ahora es: ¿Será Barack el primer presidente afroamericano de la historia de Estados Unidos? Y si lo consigue, ¿quedará algo de su apuesta renovadora y mensaje de cambio real? ¿Nos seguimos tragando su eslogan de Chance - We can believe in? El pesimismo inunda a esta cabeza bobolonga a la hora de contestar este interrogante.

Que vaya a ganar o no, le corresponde elucubrar al reino de los sesudos analistas, politólogos y think tanks que brotan como setas en el país que adora definirse con un sinécdoque continental: América. Se podría decir que, si no lo consigue en esta ocasión, con todas las circunstancias a favor, tendrá que pasar otro siglo para que un negro vuelva a tener opciones. Pero también los aficionados del Atleti han dicho muchas veces aquello de, "si no ganamos al Madrid este año, tal y como está... ¡no les ganaremos nunca!". Y zas, al minuto dos, Ronaldo o Raúl jodían la ilusión del pueblo rojiblanco, con la inestimable colaboracion de Pablo, Perea o el que pasaba por allí en ese instante... Pues lo mismo le pasa a Obama ahora, de cara al partido de noviembre con el septuagenario McCain, con un carisma a años luz y con la sombra gigantesca del desastre del doble mandato de Bush. O sea, si los demócratas no arrasan a los republicanos este año...


El caso es que los demócratas lo tienen a huevo. El índice de aprobación de George W. miento y miento y no pasa nada Bush es el más bajo desde que la empresa Gallup estrenase este medidor allá por la época de Harry Truman, un curioso personaje que tiró dos bombas atómicas y al que se considera de los presidentes más prestigiosos (¿¡ein?!). Sólo Jimmy Carter en plena crisis del petróleo tuvo una popularidad más por los suelos. Apenas un 30% de irreductibles estadounidenses dan por bueno los ochos años de WarBush, periodo que incluye dos guerras con más de medio millón de civiles muertos por el camino, su inestimable ayuda militar para colocar el petróleo a 130 dólares el barril, el colapso del mercado inmobiliario, el socavón con la crisis de las hipotecas basura, la inapelable recesión, la conculcación del derecho internacional vía invasión ilegal de Iraq y cárceles secretas y la violación de los derechos humanos básicos legalizando los métodos de tortura en Guantánamo (Amnistía Internacional lo explica muy bien). La lista es larga y tenebrosa, pero afortunadamente al cowboy de Austin le quedan dos telediarios para poder ir a dar charlas a Georgetown junto a su amigo Ansar (la web losgenoveses recopila lo mejor del hombre del bigote).

Además, junto a la mediocridad y salvajismo intelectual del hombre que se atragantaba con las galletas, se prevé una debacle republicana en las dos cámaras del Congreso, donde los demócratas pueden ampliar y mucho las distancias. Según la empresa demoscópica Rasmussen, hasta diez senadores republicanos que defienden su escaño están o por detrás o en empate técnico con sus rivales demócratas, y en la Cámara de Representantes el palo se avecina mucho mayor, con proyecciones de +30 o +40 a favor del partido de Roosevelt y Kennedy. Para muestra, el botonazo de las recientes elecciones en tres distritos históricamente híper republicanos, enclavados en el sur más profundo y reaccionario. En los tres comicios, los candidatos demócratas han arrasado a sus contrincantes conservadores.

Barack no tenía nada que hacer frente a la todopoderosa maquinaria de los Clinton, pero hete aquí que la aparente sinceridad de su mensaje y los llamamientos a construir una nueva política alejada de los grupos de interés de Washington y los poderes fácticos militares, fue enganchando a miles y miles de ciudadanos por todo el país. Con una retórica excelente, una pose muy presidencial y un discurso alejado de los cuchillazos de su oponente Hillary, Obama ha ido llenando estadios y dando forma a la llamada Obamania, traducida en ocasiones en una histeria estilo Beatle que no se recordaba en la política desde los tiempos de Aznar con su camisa rosa y jersey al hombro en la plaza de toros de Valencia. ¡Olé, Ché Mari!

Pero trazadas las previsiones, lo que realmente interesa a este post que quisiera ponerse una pegatina de "Change - We can believe in’ es el tortuoso camino que ha emprendido, y que seguramente seguirá recorriendo Obama. El político unificador que ha construido su popularidad hablando de salvar las etiquetas, de tender puentes y olvidarse de las diferencias de raza, religión, clase y género. El hombre que quiere que sus compatriotas vean el 11-S no como un medio para asustar a la gente, sino como una oportunidad para construir alrededor de EEUU en el mundo, y que fustiga las viejas formas de hacer política, corre peligro de perder el equilibrio. Es cierto que defiende acabar con las rebajas de impuestos a los más ricos que hizo ley Bush para devolver favores prestados a quienes le mueven los hilos, y también es verdad que, de momento, se ha opuesto a la brillante idea republicana de perforar a lo largo de las costas de Estados Unidos para buscar más petróleo y, de paso, joder un poquito más el planeta.

Además, está teniendo que hacer frente a una campaña de navajazos xenófobos en forma de rumores en la red, desde que juró la Constitución en el Senado con un Corán en la mano hasta que estuvo dos años en una madraza mandando cartas de amor a Bin Laden. Con inteligencia y gracias a su legión de seguidores, Obama ha optado por desmentir uno a uno esos ataques y combatirlos fieramente en fightthesmears.com. Sin embargo, hay señales inquietantes en el rumbo del ilusionante político. Barack ya ha renunciado por el camino a su pastor de toda la vida, a su iglesia de toda la vida, a amigos de toda la vida y a convicciones de toda la vida. Este abogado que ganó su fama en Chicago apostando a fondo por defender los derechos de las comunidades pobres y las minorías, y uno de los pocos que se opuso a la invasión de Iraq desde el principio -aunque estuvo ausente de la votación en el Senado en 2002-, ya no parece ni tan fresco, ni tan idealista ni tan deseoso de dar un vuelco al sistema politico estadounidense.

Al darse de baja de la iglesia en la que se casó y bautizó a sus tres hijos, la Chicago Trinity Church, conocida por sus iniciativas sociales, Obama ha querido distanciarse de ciertos sermones muy por encima del nivel de izquierda que se permite en la nación de lo políticamente correcto. Además, ha renegado ya varias veces en público de Jeremy Wright, su pastor de toda la vida, que en sus homilías atizaba y duro la política exerior del país –"América se ha buscado el 11-S" y ponía el dedo en la herida del racismo social. Un religioso con inudables señales de egolatría patológica y fanático de Su verdad y nada más que Su verdad, pero al que no se le puede negar su tremendo trabajo en las comunidades pobres de Chicago. Por otra parte, si ahora es tan malo, cómo es posible que Obama no se diese cuenta antes, durante sus 30 años de relación.


Al principio Barack hablaba de una Amética en la cupiesen todos, de integrar desde los blancos fascistoides de Alabama nostáligos del régimen confederado a las minorías negras defensoras de la violencia de las panteras negras o del racismo a la invesa de la Nación del Islam y su vitriólico líder Louis Farrakhan. Pero parece ser que su América ya no es tan ancha, y lo mainstream ha acabado imponiéndose. Así, tambien ha corrido raudo a desmentir cualquier vínculo con Bill Ayers, un ex guerrillero urbano que puso bombas a finales de los setenta y que desde hace años trabaja en las comunidades pobres de Chicago. "Aaaah, yo creía que ese tipo no era así..., me ha decepcionado y ya no es amigo...", ha repetido Obama, sin tener en cuenta que Ayers, que ha reconocido que su radicalismo fue producto de un momento específico en la historia, en la América rancia de Nixon y Vietnan, tiene derecho a la reinserción, y hasta hace unos meses era un tipo válido para reunirse con él.

Más preocupante es su actitud ante la continua -y maliciosa- pregunta acerca de si es musulmán. En vez de decir: Y si lo fuese, ¿pasa algo, eh? No, Obama recita de memoria que es un hombre de fe cristiana, rechaza con vehemencia esa vinculación al islam y subraya que, aunque su papá era keniata, su mamá blanca le inculcó el cristianismo. La comunidad de estadounidenses de origen árabe le pide un paso al frente en este sentido, pero el político de Chicago da un salto hacia atrás, como ha demostrado la reciente limpieza étnica de dos mujeres musulmanas en un mitin de Obama, obigadas a abandonar sus asientos cerca del candidato para irse al fondo a mano derecha, porque la cohorte de asesores de Barack tenía miedo de que saliesen en la tele cerca del elegido...

Hay otro pequeño detalle, a simple vista sin importancia, pero para este ágora de una dimensión inquietante. Obama, al que el 10% de la población gringa sigue considerando musulmán (¡¡que miedooooll!), se pasó prácticamente toda la campaña con su traje políticamente correcto pero, ay alma de Dios, sin el pin con la bandera de Estados Unidos. Este hombre osó dar mítines y recorrer la América profunda sin las barras y estrellas en su solapa, e incluso acudir sin ella a un plató de Fox News, santuario mediático de la ultraderecha. Pero la presión para que se enfundase en la bandera ha sido demasiado poderosa. ¿Por qué no lleva el pin?, ¿es que no le gusta Estados Unidos?, ¿no será acaso un terrorista camuflado?, ¿es eso un patriota?, ¿se puede votar a un presidente con apellido musulmán? La retahíla de bocados de la jauría conservadora le ha hecho fijar ya la banderita a su chaqueta en cada comparecencia pública.


Por último, en cuanto a sus políticas de cambio, van camino de aguarse hasta saber peor que un Ron no venezolano. A saber: su cobertura sanitaria universal ya no lo es tanto, y aboga por una privatización parcial del sistema, por lo que los 40 millones de estadounidenses sin cobertura sanitaria parece que tendrán que esperar otros cuatro años y el advenimiento de un milagro. También, la política exterior defendida por el Barack del comienzo de las primarias era un rotundo volantazo al rumbo imperialista neocon y su Proyecto para el Nuevo Siglo Americano: retirada acelerada de las tropas de Iraq, diálogo con Irán, alejamiento de la identificación absoluta con Israel e incluso replanteamiento del embargo a Cuba, dejando claro que estaba dispuesto a sentarse con Raúl Castro. Todos estos buenos propósitos se van difuminando, y ahora parece más cerca de conjugar el estribillo del Eje del Mal y replantearse su apuesta por la retirada de Iraq, o al menos aplazarla durante un tiempo.

En un discurso ante la comunidad judía de Estados Unidos en el AIPAC, el lobby pro-israelita más poderoso de Washington, pronunciado el 4 de junio, soltó perlas como que "Jerusalem permanecerá como la capital de Israel y debe mantenerse como una ciudad no dividida". Al mismo tiempo, rechazó "el derecho de retorno" de los exiliados palestinos, casi cuatro millones, porque "la identidad de Israel como un estado judío debe de ser preservada". Con su rotundo apoyo a la unidad de Jerusalem, Obama se cargaba de un plumazo, al menos dialécticamente, la política exterior estadounidense, que, incluso en los tiempos más oscuros de los neocon, siempre ha apostado por la co-capitalidad de la Ciudad Santa, una vez se de carta de naturaleza al estado palestino.

Uno aún no pierde la esperanza de que, aunque blanqueado, Obama alcance la poltrona presidencial e insufle al menos un aire multilateral a la politica exterior. Que la haga menos belicista –cosa bastante fácil por otro lado- y, paralelamente, no abandone ciertas reformas sociales domésticas que mitiguen los daños colaterales del libre mercado fundamentalista que opera en Estados Unidos. Cualquier ser después de Bush a todos nos sabe mejor. Pero la sensación de que ha ido entregando principios en su batalla con Clinton, y los seguirá enterrando en su carrera con McCain, cada vez es más evidente. Yo también compartía con la chica Obama eso de I got a crush on Obama (Tengo un flechazo con Obama), pero ahora entono con punteo de Jimmy Page, I’ve been dazed and confused for so long ist not true...

miércoles, 14 de mayo de 2008

La sed creciente de Coca Cola



Ummm… aahhhh… Glupss.. Cada día, más de mil millones de latas o botellas de Coca Cola se consumen en un mundo eternamente sediento del adictivo burbujeo con cafeína. Compañía maga de las relaciones públicas, estrella de las campañas publicitarias más cool, símbolo de la democracia universal, estandarte del sueño americano y dueña de la fórmula más secreta y más codiciada… el gigante Coca Cola goza de una reputación intachable.

Desde su fundación en 1886, su tamaño ha ido creciendo imparable hasta convertirse en la marca más reconocida y una de las más admiradas del planeta, ejemplo de estrategia empresarial en las mejores escuelas de negocios. Un impacto 9,9 en la escala Adam Smith que no se limita a la economía. Papá Noel era verde, de la Laponia finlandesa, hasta que llegó la máquina de hacer dinero de Atlanta y lo vistió de rojo. Desde entonces, la mitad de la tierra está convencida de que el barbudo Santa Claus nació a la ribera del Mississippi, habla con acento de Georgia y pasa las noches frías inyectándose la chispa de la vida en vena.


Sin embargo, detrás del cosquilleo en el estómago, la botella estilizada y el limoncito dentro del vaso en una mesa de una terraza, la macroempresa de Atlanta parece que tiene varios retratos de Dorian Gray, guardados con doble candado en la nevera de sus oficinas. Según la ONU, más de 1.100 millones de personas, el equivalente al 18% de la población mundial, encuentra dificultades para abastecerse de agua, a lo que contribuye con su granito de arena la súper Cola. La política de la empresa abraza el colonialismo y se hace con los recursos acuíferos de ciertos países pobres –unos tres litros de agua se necesitan para producir un litro de Coca Cola-, en detrimento del desarrollo sostenible y, puesto de forma menos poético, jodiendo vivo al agricultor. Además, se acusa a la compañía que nos muestra todo de color Disney de reiteradas prácticas antisindicales, con denuncias en Pakistán, Nicaragua o Colombia, ahí incluso con los paramilitares de por medio.

Coca-Cola asegura que cumple con las “normas éticas más exigentes” y “que es una empresa ciudadana de primera clase en todos y cada uno de los países donde trabaja”. Pero siguiendo el dogma del apostol Michael Moore, hay que desconfiar de la buena fe de las multinacionales. Os Bobolongos ha recibido un informe del brillante agente Queco, procedente de la ONG británica War on Want; algo así como Guerra a querer, guerra a lo que se quiere, al compulsivo deseo de poseer/comprar/esquilmar. Dicha organización centra sus campañas en combatir la pobreza, reivindicar el comercio justo o las acciones puntuales contra iniciativas filofascistas, como el muro de separación que construye y amplía sin desmayo Israel para aislarse de los palestinos.

Hay que coger toda ONG con la distancia oportuna, siendo consciente de que demasiadas parecen llevar el fuego sagrado de la justicia verdadera y muchas de ellas son tapaderas para hacer dinero o beneficiarse del sistema al que supuestamente critican. En este sentido, War on Want parece bastante confiable, con el apoyo de gente legal como Naomi 'No Logo' Klein. La misión de la asocación británica consiste en “ofrecer apoyo a la gente en países en desarrollo en su lucha contra las causas de la pobreza, así como informar e inspirar a aquellos en países ricos para que desafíen las estructuras globales que contribuyen a mantener la pobreza en todo el mundo”. Vamos, vigilar la responsabilidad corporativa de las grandes multinacionales, confrontar su marketing de buenos samaritanos con las prácticas empresariales reales.

Aquí os dejamos un link al 'Informe Alternativo' de Coca Cola, uno de los tres de la serie que han publicado hasta el momento, y de los que seguramente informaremos más adelante.


Lee y disfruta el informe sobre Coca Cola que preparó War on Want

sábado, 19 de abril de 2008

El pueblo de Múnich entierra el tren faraónico



El 14 de abril, mientras en España unos pocos héroes celebraban el aniversario de la instauración de la Segunda Repúbica, en la ciudad de Múnich se ensayaba la vía de la democracia directa con un referéndum local. La pregunta al muniqués era muy simple: ¿está usted de acuerdo con que la alcaldía de Múnich persiga todas las medidas legales contra el proyecto de Transrapid (tren de altísima velocidad) al aeropuerto? Aunque la participación fue bastante pobre -en buena medida porque el citado Transrapid hace meses que está más que enterrado-, el referéndum sirvió como broche final a un movimiento ciudadano imparable, que se organizó hace más de un año para detener el faraónico proyecto del tren magnético. Un ejemplo de democracia en acción y del pueblo parándole los pies a los políticos, sorprendente en estos tiempos de anestesia global de la conciencia política.


Para entender la rebeldía del tranquilo y burgués habitante de Múnich hay que ir al origen del proyecto. El Gobierno de Baviera, en manos desde hace cinco décadas de la CSU, el partido democristiano que, en colación con la CDU -socialcristianos- gobierna ahora Alemania. Liderados por el presidente regional, Edmund Stoiber, que perdió por los pelos las elecciones generales de 2002 ante Gerhard Schröder, los democristianos querían un tren que uniese la estación central de Múnich (Hauptbahnhof) y el aeropuerto. Esta maravilla de la ingeniería -la empresa Transrapid la formaron Siemens y ThyssenKrupp- volaría por las vías a través de la levitación magnética, y los 37 kilometros de distancia los recorrería en sólo 10 minutos, a una velocidad máxima de 350 km/h. Un tren vanguardista del que sólo existe otro en el mundo, el que une Shanghai (ver foto) con su aeropuerto en una ruta de 30 km, también con el sello made in Germany.


Los primeros trenes fueron planificados para estar operativos en 2009 con una frecuencia de salida de 10 minutos, pero la locomotora que iba a ser símbolo de la puntera tecnología alemana ha sido detenida. De nada han valido los aullidos de la derecha clamando por cómo era posible que los chinos lo tuviesen y Alemania, fabricante del ingenio, no. Ha pesado más el costo estimado del Transrapid, unos 1,85 millones de euros, que gran parte de la opinión pública veía como un despilfarro de dinero sin sentido (cuánta enseñanza podría sacar de este episodio Alberto Ruiz Faraón, el conquistador de la M-30 y próximo Atila del Paseo del Prado).


El partido Socialdemócrata (SPD), La Izquierda (Die Linke) y los verdes (Grüne) han apoyado el movimiento en contra del súper tren junto a diversas organizaciones medioambientales, sindicatos del transporte público y grupos vecinales. Las manifestaciones se sucedieron a finales de 2007 y más de 20.000 ciudadanos llegaron a marchar en una de ellas. De hecho, el actual alcalde de Münich, Christian Ude (SPD), fue reelegido el pasado marzo con más del 60% de los votos, una aplastante mayoría en parte debida a su oposición frontal al proyecto.

Un sistema distinto de transporte, el Munich Express, se ha propuesto en los últimos meses. Sería un S-Bahn (cercanías) exprés que iría al aeropuerto desde Hauptbahnhof a través de Ostbahnhof (Estación del Este) en los raíles existentes de la línea S8. El proyecto costaría alrededor de un tercio de lo que el Transrapid, y los 20 minutos de tiempo de viaje representarían un ahorro de 25 minutos en comparación con los recorridos actuales. Además, los defensores de este tren argumentan que, al integrarse la línea en la red de S-Bahn, serviría de uso a un número mucho mayor de personas. Por último, el precio de los billetes sería mucho más barato y no los 30 euros que iba a costar el ticket del Transrapid.

Así que, a Transrapid muerto, S-Bahn puesto, éste mucho más racional, ecoeficiente y asequible para el ciudadano. Salir a la calle a manifestarse nunca viene mal...

miércoles, 16 de abril de 2008

¡¡Viva la República!!


Os Bobolongos se une a las miles de personas que corearon hace un par de días... ¡Viva la República! El 14 de abril de 1931 España se declaró republicana, apenas cinco años de democracia que luego rompería en pedazos el impresentable Paco el chocolatero (el dictador Franco).
Pasan las décadas y se olvidan los símbolos, pero desde esta humilde bitácora, la esperanza de la caída de los Borbones y la llegada de la Tercera República aún no se ha perdido.
¡¡¡Hasta la victoria siempre!!!!


Ilustración: Ana Juan